Teatralización ( Capitulo 6):
En casa de la
señora Amalia, antigua doncella de Beatriz Obregón, dos niños con ganas de
resolver un misterio se presentan. También en casa de Amalia, hay la propia
hija de Amalia, llamada Carmen, que se dispone a ayudarles con Amalia, que ya está
muy vieja...
Carmen: Mama, estos chicos quieren hablar con usted (acompañando
a Javier y Violeta hacía a Amalia).
Amalia: (gesticulando mucho) ¿Sois mis nietos, o biznietos?
Tengo tantos que ya ni me acuerdo de sus caras...
Carmen: No son de la familia,
madre. La muchacha es hija de los Obregón, los de Villa Candelaria, ¿se
acuerda? (En tono burlón) Quiere preguntarle a usted sobre sus años mozos.
Me voy a la cocina. Madre tiene buen trato,
pero está muy mayor y a veces se le va un poco la cabeza. Si necesitáis algo,
llamadme.
Amalia: Así que tú eres una Obregón, ¿eh?
Violeta: Me llamo Violeta
Amalia: ¿Qué dices? Habla más alto.
Violeta: (con tono bastante alto) Digo que me llamo
Violeta Obregón. Él es mi primo Javier.
Amalia: Bueno, ¿qué queréis?
Violeta: Doña Ramona, su vecina, me ha contado que usted
trabajaba en Villa Candelaria hace setenta años.
Amalia: Pues es cierto. Entré a servir en esa casa
cuando tenía quince, y allí estuve hasta que cumplí los veintidós y me casé con
el pobre Marcelo, que en paz descanse. ¿Y qué?
Violeta: Usted conoció a mi tatarabuelo Teodoro y a sus hijos
Ricardo y Beatriz. ¿Cómo eran?
Amalia: (en tono repugnante) Don Teodoro no era
buena persona, y su mujer tampoco. Se creían más importantes que el duque de
Alba, pero sólo eran unos ricachones engreídos. A mí me trataba como si fuera
una mierda. Por un sueldo de miseria me tenían trabajando todo el día como una
esclava, y ni siquiera se molestaban en dirigirme una palabra amable. La mayor
alegría de mi vida fue largarme de esa casa.
Violeta: ¿Y los hijos?
Amalia: (en tono repugnante y burlón) El señorito
Ricardo era igual que su padre, o peor. La suerte es que se casó joven y en
seguida le perdí de vista. Menudo figurín estaba hecho. Como dicen mis nietos,
era un gilipollas. Eso, un gilipollas.
Violeta: ¿Y Beatriz?
Amalia: (con voz suave y dulce) La señorita Beatriz no
se parecía en nada a su familia. Era amable, atenta y muy sencilla. Hablaba
mucho conmigo y me hacía confidencias, era una buena mujer. Ella me gustaba:
parece mentira que fuese una Obregón. (Suspirando) Pero supongo que las flores más
bonitas crecen en los estercoleros.
Violeta: Usted aún estaba en Villa Candelaria cuando
Beatriz desapareció, ¿no?
Amalia:( asiente con la cabeza).
Beatriz: (en voz baja) Era su doncella. También
trabajaba en la cocina y limpiaba la casa, pero servir a la señorita Beatriz me
gustaba. Me quedé muy sola cuando se fue.
Violeta: ¿Y por qué se fue?
Amalia: La señorita Beatriz no se llevaba bien con su
familia; discutía mucho con don Teodoro y apenas se hablaba con su hermano. Y
encima llegó lo de la boda; su padre quería obligarla a casarse con Sebastián
Mendoza. ¡Menudo tipo! Era insoportable, un pisaverde petulante. La señorita
Beatriz le despreciaba, por eso se largó. E hizo muy bien, qué diantre.
Violeta: ¿Y adónde fue? ¿No se lo contó Beatriz?
Amalia: (Sacude la cabeza)
Violeta: Pero usted dijo antes que ella le hacía
confidencias, ¿no? Algo tuvo que decirle.
Amalia:¿Y no le habló del Savanna?
Amalia:( sorprendida) ¿Qué?...